Una de las mejores experiencias para un lector es escuchar al autor inmediatamente después de leer un libro. Últimamente estoy de suerte. Mi anterior lectura, cuya reseña puedes leer aquí, fue acompañada de la puesta en común y charla con la autora M.H. Isern en el grupo de Facebook de El Constructor de Mundos.
Esta semana, en cuanto acabé Un cementerio perfecto, asistí a la charla que Federico Falco dio en el ciclo La obra en obras (evento organizado por el taller de escritura creativa de Clara obligado).
Un cementerio perfecto es un libro DE cuentos, que no es lo mismo, como afirma el autor, que un libro CON cuentos. El libro es un todo, una verdadera unidad, gracias a la relación entre los textos. No hay historias inter-conectadas o personajes que se repiten, sino otros elementos comunes.
Uno de esos elementos es el espacio, que en cada cuento es un personaje más. Encontramos bien, una fuerte presencia de la naturaleza o bien, un paisaje humanizado que siempre resulta desolado y salvaje. Las montañas, el bosque, los llanos, pueblos que nos recuerdan a Comala, una presa, carreteras sin fin, una ciudad fría o tan lejana que parece un espejismo… Esos espacios son un reflejo del estado de ánimo y de los deseos o miedos de los personajes, pero no a la manera del Romanticismo, pues el tono y modernidad de los textos nos llevan a otros escenarios.
Los personajes en Un cementerio perfecto también tienen algo en común. No solo habitan esos lugares insólitos, sino que también ellos mismos son singulares: un ermitaño que se ha convertido en el Rey de las liebres, una adolescente que está viviendo lo que el cura de su parroquia llama “la noche oscura”, un diseñador de cementerios, una mujer expulsada de su casa que ve en el matrimonio la única solución a sus problemas, y una viuda que odia a sus vecinos. Todos quieren algo, pero no saben qué. Desde las primeras líneas de cada cuento palpamos esa especie de inquietud.
Son historias muy duras, aunque no son trágicas ni se cierran con desenlaces de ese tipo. El lector puede ver el drama implícito, pero el autor no se regodea en lo terrible. Simplemente le cuenta al lector las cosas como son. Esa objetividad en la narración es un rasgo en este autor argentino. En la charla antes mencionada, Federico Falco dijo que no le gusta entrar en la cabeza de los personajes. Aunque disfruta de los autores que lo hacen, a la hora de escribir él lo entiende como una trampa. Al fin y al cabo, nadie va por la vida sabiendo lo que piensa la gente, ni amigos ni enemigos. Vivimos con la información que la gente nos da: palabras, gestos, acciones. Y así son estos cuentos: la trama avanza a base de acciones y diálogos.
Respecto a los diálogos, he visto en el cuento “La actividad forestal” un uso magistral de los mismos. Se trata de una conversación entre dos personajes minimalista y repetitiva, que aparece de forma cíclica a lo largo del texto. Con estas breves pinceladas, el lector puede adivinar lo que los personajes sienten, temen o desean. Y es que Falco es un maestro de la norma “menos es más”.
Incluso en el formato, es un autor minimalista. En los diálogos no utiliza ningún signo de puntuación o fuente distintiva. De esa forma, fluyen con el resto del texto y, al mismo tiempo, no se produce ninguna confusión para el lector. Esto es fruto de la elección certera de cada palabra y frase.
Un cementerio perfecto es una mezcla de fantasía y realidad. El primer y el último cuento tienen algún rasgo que podrían hacer que los catalogáramos como fantásticos. No así los demás. A pesar de ello, todos tienen en común una sensación de extrañamiento que nos acerca al realismo mágico, género que ha dejado huella en muchos autores hispanoamericanos.
Este es un libro para leer, disfrutar, releer y analizar. Las historias que contiene son apasionantes y los rasgos estilísticos, hábiles y perfectos para lo que narran. A todo eso se le suman los vacíos: lo que no se cuenta. El autor apunta ciertos “antes” y “después” de las historias, e invita al lector a ampliar estos cuentos en su propia imaginación. Al menos, yo he sentido esta invitación. Cuando eso ocurre, es una señal de que el libro ha conectado conmigo dentro y fuera de sus páginas.
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