Si en estos días buscáis en Google a Cristina López Barrio encontraréis un aluvión de noticias sobre el Premio Planeta. El motivo es que esta autora ha sido la finalista en la edición de 2017 de dicho premio. Me ha parecido un buen momento para reseñar no esa última novela (Niebla en Tánger) sino el que fue su primer gran éxito editorial: La casa de los amores imposibles.
Es una novela ambiciosa pues se trata de una saga familiar que abarca seis generaciones. Esto implica multitud de personajes, relaciones, tramas y subtramas que se enlazan a través del tiempo. El deseo, la pasión, los amores intensos y malditos, así como la tensión entre madres e hijas son los principales temas.
El realismo mágico en La casa de los amores imposibles
Hay numerosos rasgos que caracterizan esta novela dentro del realismo mágico. Uno de ellos es el transcurso del tiempo y un contexto histórico que se sugiere, pero no se explica. El lector intuye que está recorriendo el siglo XX desde una España rural y muy atrasada, pasando por la Segunda República, la Guerra Civil, la posguerra, el franquismo, hasta los años 80. Me ha resultado muy interesante, supongo que por deformación profesional (soy profesora de Historia), pero también me ha gustado desde un punto de vista literario. Los personajes son hijos de su tiempo por lo que vemos una clara evolución a través de las distintas generaciones. A su vez, el hecho de evitar datos históricos precisos le da a la novela un carácter atemporal que contribuye a su halo fantasioso.
Muchos otros detalles contribuyen al carácter mágico: las mujeres Laguna arrastran una maldición, la primera Laguna fue bruja y algunos personajes son tan excesivos que resultan irreales. Por ejemplo, prostitutas que parecen sacadas del burdel más exótico de Juego de Tronos o el cura tan gigantesco que hace temblar el suelo como el tiranosaurio de Parque Jurásico. (Nótese que he escogido a propósito ejemplos de fantasía y ciencia ficción para ilustrar mejor el terreno en el que nos estamos moviendo).
Lo más relevante, sin duda (y así se recoge en el título), es la casa. Es una casa roja, con un jardín exuberante y que está impregnada de olores, ruidos y voces. Hay fantasmas pero no son los de un relato de terror, sino más bien esos fantasmas conocidos que se cruzan con los vivos sin que la realidad parezca alterarse. No he podido evitar recordar algunos pasajes de La casa de los espíritus, de Isabel Allende. Leí aquella novela siendo muy joven, me impresionó y me llevó después a disfrutar del auténtico realismo mágico de García Márquez y otros autores de su talla.
Un acierto de La casa de los amores imposibles es que trae el realismo mágico a la España profunda. La autora prueba, así, que puede funcionar muy bien.
Acción y lenguaje concentrados
Otros rasgos que llaman mucho la atención en el libro son la densidad de la acción y el barroquismo del lenguaje. Siendo una historia lineal y aparentemente fácil de seguir, su lectura requiere bastante atención.
Por un lado, la acción es trepidante. Siempre está ocurriendo algo sin apenas respiro. Incluso aquellos momentos en los que alguna de las Laguna reflexiona, vemos un pensamiento acelerado. Una vorágine de recuerdos, miedos o planes hacen avanzar la acción.
Por otro lado el lenguaje está plagado de imágenes poéticas que requieren un esfuerzo mental al lector. Veamos algunos ejemplos: “La Laguna de los ojos de trigo había parido la hembra que le tocaba”; “La calva y las aletas de la nariz sudaban por la condensación del deseo”; “Comenzaron las noches a oler a niebla, a llevarse en el viento tapices de hojas secas”; “Los ojos de tristeza azabache tan buscados, la nariz pequeña, los pómulos de geometría, el cuello delgado, los pechos planetarios insinuándose en la bata entreabierta”. Son sólo una muestra tomada de algunas páginas elegidas al azar. No hay que rebuscar mucho para encontrar este tipo de lenguaje.
Esto puede no resultar del agrado de muchos lectores que esperan un best-seller típico y facilón. A mí, sin embargo, me parece que el talento creativo de Cristina López Barrio es arrollador. Su capacidad de crear imágenes poéticas no tiene límites. Por otro lado es cierto que en un mal día y sin la concentración adecuada cuesta leer esta novela. Pero como cualquier otro, cada libro tiene su momento y lugar. La casa de los amores imposibles requiere una lectura reposada y sin prisas. Hay que asimilar con calma las historias que contiene para disfrutar del exotismo de sus imágenes con los cinco sentidos.
Una portada perfecta como nota final
Creo que la que podéis ver arriba esta es una de las mejores portadas que he visto nunca. La ilustración, los colores, el diseño son de los que te empujan a querer tener el libro. No todas las ediciones del mismo han sido tan acertadas su diseño. Mi ejemplar es digital, adquirido en la versión para Kindle y me alegro de que sí tenga esta portada. Cada vez que abro mi aplicación de lectura esta portada flota por ahí. Me regala una explosión de color tan intensa como las sensaciones que he vivido leyendo la novela.
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