«Todo lo que ya no íbamos a necesitar» es el segundo libro de relatos de Maite Núñez. Como en el primero («Cosas que decidir mientras se hace la cena») nos sumerge en un universo cotidiano. En él, las personas parecen grises y mediocres hasta que, al escarbar un poco, encontramos historias fascinantes.
Este libro tiene mucho que ver con el anterior. Para empezar, la autora elige el mismo escenario para sus historias: una localidad ficticia, San Cayetano, que cualquier lector tiene la sensación de conocer. O bien vivimos en un lugar parecido o conocemos a alguien que lo hace. Parece idílico, hay buenas casas, algunas con piscina, el mar está cerca y predomina la población de clase media alta. En ese contexto, veremos problemas que parecen pequeños pero son grandes o que parecen grandes pero no lo son tanto.
Si en el primer libro la enfermedad era un tema dominante, aquí el tema recurrente es la relación padres/madres e hijos/hijas. Casi podría decirse que, a lo largo los relatos, la autora reflexiona sobre la maternidad o, simplemente, sobre los distintos tipos de madres. Hay un variado desfile de madres alcohólicas, madres sin hijos, madres a punto de serlo, madres que han abandonado a sus hijos, madres que se sienten abandonadas por sus hijas, madres enfermas, madres posesivas… Podemos ver también a los padres y a los hijos de manera que los puntos de vista son diversos y ricos. Sin embargo, al final, la mayoría de las historias están centradas en la relación de estas mujeres con sus parejas, hijos e hijas y en la visión de sí mismas con sus traumas, deseos y miedos.
Entre los demás personajes, me gustan los niños y los ancianos. Los primeros, porque sienten con tanta intensidad como los adultos (algo que a veces olvidamos); y los ancianos, porque están de vuelta de todo y toman decisiones que me han arrancado más de una sonrisa. No he podido evitar pensar en personajes que Samantha Schweblin presenta en Siete casas vacías y esto siempre es bueno.
Maite Núñez tiene una habilidad que me fascina: el uso de los objetos para contar historias. Desde una cuna hasta una lavadora rota, pasando por el informe de cuentas de una gran empresa, los objetos cobran vida y los personajes se proyectan en ellos. Los objetos sirven de espina dorsal a muchos relatos y redondean la narración. No sobra ni falta nada. Esa medida justa es otra de las marcas de calidad de esta autora.
De nuevo encuentro otro rasgo que me gusta. Los nombres de los personajes son exóticos, híbridos en cuanto a su origen. Les da un halo de irrealidad que parece decirnos: «recuerda que son personajes de ficción». ¿Quiere la autora que pongamos algo de distancia entre nosotros y esos seres que habitan San Cayetano? Además, cuando alguna historia es descaradamente trágica, no la menciona de forma abierta. Por el contrario, la deja ver a través de un velo. Así es la realidad (hay hechos que se vuelven tabú en nuestras vidas y no queremos hablar de ellos). Sin embargo, también creo que es un recurso literario (cuando leo a Maite Núñez tengo la impresión de que piensa en el lector y quiere mimarlo, evitando que la tristeza se apodere de nosotros).
No quiero, sin embargo, que quede la sensación de que esto es una selección de relatos tristes. También hay en el libro grandes historias de superación. Vemos gente que se sobrepone a sus problemas, se mueve hacia adelante, toma decisiones y mira la vida de frente.
Aunque los relatos son independientes, la conexión entre ellos me hace apreciar aún más el libro en su conjunto. No sólo el lugar, San Cayetano, le da coherencia. También algunos personajes traspasan la frontera entre unos textos y otros. Ahí es cuando el lector descubre (cito la contraportada): «la peor (historia) de todas, la que recorre como un río subterráneo los relatos de este volumen».
Creo que Maite Núñez es una autora esencial para quien esté interesado en el relato contemporáneo. Tuve esa sensación cuando leí su primer libro y dicha sensación se ha corroborado ahora con la lectura del segundo. Destaco el estilo impecable, el simbolismo de los objetos, el perfecto equilibrio entre lo que se cuenta y lo que no se cuenta. Pero, sobre todo, su capacidad para VER esas historias ocultas. Todo eso que ignoramos de nuestros vecinos, familiares o esa gente que conocemos de vista… ella lo VE. Descubre todo lo que hay detrás y nos lo regala envuelto en estos cuentos escritos de forma exquisita.
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