Este artículo es la suma de dos factores: el primero, haber conocido a escritores que tienen una capacidad maravillosa: la de escribir en cualquier momento y en cualquier lugar; el segundo, el artículo Escribir en la incomodidad, de Isaac Belmar, uno de los mejores que he leído en el arranque de 2018.
Artículos como este despiertan en un escritor cierto remordimiento de conciencia. Esto se agrava, como explica Isaac, por la moda de Instagram de subir fotos preciosas de momentos de escritura perfectos, con tazas de té humeantes o páginas ultradecoradas de bullet journals. (Si te hace gracia la cuestión de las apariencias en las redes sociales, tienes que ver el episodio 3×01 de Black Mirror titulado “Caída en picado”).
Yo he mantenido esta actitud de “escribo poco porque apenas tengo tiempo” durante muchos años mientras esperaba las circunstancias ideales, es decir, un montón de horas libres por delante, en mi mesa, con mi ordenador y ninguna interrupción a la vista. En realidad, ese “apenas tengo tiempo” es una excusa. Por un lado, las circunstancias que he descrito no son ideales, sino irreales. Lo sé bien, porque muchas veces que me encontraba en la situación perfecta, mi productividad era bastante baja. Por otro lado, el problema de la falta de tiempo está más bien en cómo lo utilizamos. Hay muchos escritores que son capaces de optimizar su tiempo al máximo y esto les lleva a escribir en circunstancias asombrosas.
El primer ejemplo que conocí fue gracias a la contraportada de Score: 100 días, de Laura Muñoz Hermida, donde se explicaba que la autora escribió esta novela de terror psicológico “a caballo entre un autobús y una piscina plagada de niños”. Fíjate qué ambientación tan poco apropiada.
Otra escritora a la que admiro es Juana Cortés Amunárriz. Para empezar, afirma que prefiere escribir relatos a novela por que tiene que escribir en periodos cortos. Sin embargo, también ha publicado novelas como Memorias de un ahogado o Las sombras. Esto es gracias a que es capaz de escribir aprovechando cualquier momento como cuando espera el transporte público o tiene un breve descanso en el trabajo.
Un ejemplo que llamó mucho mi atención fue lo que contó Romain Puértolas en un encuentro con blogueros en 2015. Allí afirmó que escribe en todas partes y de forma continua ideas que le vienen espontáneamente. Lo hace en post-it, en servilletas, en cualquier espacio que tenga disponible aprovechando cualquier momento. El 80% de su novela La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel fue escrita en su teléfono móvil y lo hizo en menos de veinte días. Lógicamente, luego necesitó mucho más tiempo para la corrección, pero imagínate cuánto trabajo adelantado.
Ahora he querido saber más, así que he preguntado entre mis contactos en las redes sociales. He descubierto cosas asombrosas. Estos 16 escritores cuentan su particular versión de “escribir en cualquier momento y en cualquier lugar”.
Jaume Vicent: “Yo escribo en el trabajo y cuando estoy esperando en los sitios (médicos y tal), tengo media novela en Evernote”.
Ana Vigo: “Yo escribo en los sitios más random, llego al punto de pararme en medio de la calle para sacar el cuaderno”.
Laila Raquel Monge: “Durante el NaNoWriMo descubrí que era capaz de escribir con el bebé tomado y los otros dos niños alrededor con la patrulla canina de fondo”.
Abel Amutxategi: “Yo escribo en el autobús de camino/vuelta al/del trabajo ? Cuando tengo algún compromiso también intento ir con tiempo para tomarme algo en una cafetería, porque ese tiempo me renta el triple que cuando escribo en casa. Por lo demás, nada raro: libretas (muchas libretas) y un Evernote al que poder dictar cosas de viva voz si estoy caminando o algo por el estilo”.
María José Alfonso Bartolomé: “He llegado a escribir algún renglón en la libretilla que llevo siempre encima en la disco donde vamos a bailar salsa los domingos. Mi marido me dice que quedo de “rarita” pero es que hace algunos años era capaz de recordar lo que se me ocurría hasta llegar a casa. Con la edad me resulta más cómodo anotarlo y no esforzarme porque luego ya no me sale igual”.
Erica Cánovas Morales: “Soy teleoperadora y he vendido seguros mientras escribía uno de los capítulos de mi nueva novela”.
R.R. López: “Parte de mi último libro lo escribí en un programa de notas del móvil cuando me tocaba acompañar a mi mujer de compras. Iba siguiéndola de reojillo mientras esquivaba clientas y escribía en el móvil. Mi primer libro lo escribí en parte en el salón de casa de mis padres, cuando vivía allí, mientras ellos veían la tele”.
Gabriella Campbell: “He escrito hasta en el móvil un sábado noche de fiesta en la feria de mi pueblo. De hecho era la Feria de los Pueblos, esa en la que hay mil casetas representando a diferentes países. Estaba en la puerta de la irlandesa, así que probablemente había gaitas de fondo”.
Javier Luque: “Despertarme a las 4 de la mañana y tener una idea y agarrar un boli y papel. Cualquier papel que dejé ahí como un sobre del banco, de la mesita a oscuras para no despertar a nadie. Escribir sabiendo que al día siguiente me encontraré con frases montadas una sobre otra que nadie más que yo entenderá”.
David C. Orell: “Yo solía escribir por las noches mientras cuidaba a una señora muy mayor. Ahora suelo utilizar mucho Evernote y libretas. Adoro las libretas, hasta las miserables libretas enanas que solo sirven para la lista de la compra. También suelo reutilizar el papel que malgasta mi marido para apuntar las ideas que tengo”.
David Generoso: “Yo escribo mientras camino por la calle. Y sin matarme ni nada. Eso sí, no hay quien entienda la letra. Una vez juré que esa libreta no podía ser mía. También es muy chungo escribir en la hoja de la derecha, en el margen derecho, con el codo apoyado en el aire”.
Nina Latte: “Yo trabajo con un papel “escondido” bajo el teclado y anoto todas las ideas que tengo durante el día. Cuando salgo de la oficina, papel a la mochila. Cada día un papel nuevo; no os digo cómo llevo la mochila. Se supone que en casa pongo orden a las ideas y las paso a la libreta correspondiente. El sitio más raro donde he apuntado “de urgencia” es el brazo de mi hijo”.
María José Moreno: “Como soy artesana a veces voy a ferias frikis con mis cosas. Hay ratos dónde no hay mucho que hacer. Hay mucho ruido y música estridente. Pero yo me he criado con 3 hermanos y ahora no puedo escribir en silencio. Así que aprovecho y escribo en un cuadernito. El ruido es vital para mí, aunque no la música”.
Y como veis, el ruido es algo bueno para muchos escritores. En este intercambio de información, Ana González Duque comentó que Blue Jeans escribe en Starbucks. Efectivamente, en su web Blue Jeans afirma: “Todo el que ha seguido mis andanzas, conocerá que normalmente escribo en cafeterías. Curiosamente, no me desconcentro y cuanta más gente haya, mejor. Es una costumbre rara, pero para mí, eficiente”.
Me encanta la variedad y cantidad de respuestas que he podido recopilar. Muchísimas gracias, compañeros, por toda esta información. Ahora nos hemos quedado sin excusas y sabemos que cualquiera puede escribir (y mucho) independientemente de las circunstancias.
He dejado mi propio testimonio para el final. Lo más raro que he hecho ha sido grabar notas de voz en Evernote mientras camino por la calle. También cuando voy en el coche. Aprovecho un semáforo, le doy al botón de grabar, dejo el móvil en el asiento del copiloto y empiezo a hablar. Así logro cazar muchas ideas que de otra forma se me escaparían.
De esa manera, fui perfilando ideas para mi novela (que por cierto puedes comprar aquí ? ). Logré finalizarla dedicándole muchas horas de mi tiempo fuera del trabajo. Sacrifiqué tiempo de estar con mi familia, viajar, salir, etc. durante algunos meses. Pero sí, se puede hacer y la satisfacción de lograrlo no tiene precio.
En ese proceso me di cuenta de algo, pero en lugar de explicarlo voy a citar a César Mallorquí, que lo cuenta mucho mejor que yo: “un escritor profesional es aquel que escribe aunque no le apetezca hacerlo. Si disfruta o no escribiendo, es irrelevante; se trata de un trabajo y lo cumple lo mejor que puede. […] …un escritor profesional no depende para escribir ni de las ganas ni de la inspiración; posee recursos suficientes para avanzar con el texto sin necesidad de que las musas le susurren al oído”. Estas palabras son parte de su magnífico artículo Escribir. Con esto no estoy diciendo que yo sea una escritora profesional, pero sí que me siento así (adiós al síndrome del impostor).
Tú, ¿qué opinas? ¿Cómo te organizas para escribir? Este artículo aún puede ampliarse con tu comentario. En cualquier caso, gracias por leer hasta aquí. Si te ha gustado, comparte el post y recomiéndalo.
Si quieres recibir las novedades de Libros en vena, suscríbete a la lista de correo.